Antes de que la luz llegue a su ansia
muy de mañana,
de que el pétalo se haga
voz de niñez,
vivo tu sombra alzada y sorprendida
de humildad, nunca oscura,
con sal y azúcar,
con su trino hacia el cielo,
herida y conmovida a ras de tierra.
Junto a la hierbabuena,
este pequeño nido
que está temblando, que está acariciando
amapola sin humo,
el campo, dentro casi
del surco,
tú, con tu sombra, sin desesperanza,
estás acompañando
mi olvido sin semilla.
Te estoy acompañando.
No estás sola.
CLAUDIO RODRÍGUEZ
En Claudio Rodríguez para niños, p. 98
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