Recomiendo este libro a todas aquellas personas interesadas en la educación, de modo especial a los profesionales. Su objeto es ampliar y enriquecer dos ámbitos de estudio que tienen como protagonistas las herramientas tecnológicas: la antropología audiovisual y el uso de los medios en educación. Se podrían distinguir dos propósitos de la antropología audiovisual que confluyen en la producción de conocimiento: uno de ellos sería orientar cómo se deben comunicar las formas de vida de un determinado ámbito cultural para que sean conocidas por otros grupos humanos; otro, estudiar la imagen como proceso social y cultural en antropología, bien analizando los comportamientos humanos que han sido fotografiados o filmados, bien observando cómo es la recepción o consumo de discursos audiovisuales en un contexto determinado. Esto hace emerger la necesidad de un análisis crítico del efecto y del consumo de imágenes en sociedades o culturas diversas y poco conocidas, hasta entender cómo se construyen los discursos audiovisuales que proporcionan un determinado sentido o significado a las mismas.
Vistos ambos propósitos desde el campo educativo, uno de sus posibles puntos de convergencia es lo que se denomina alfabetización audiovisual. Hace referencia a los saberes teóricos y prácticos que ha de tener la ciudadanía sobre los soportes y sistemas de representación audiovisual para que se pueda utilizar la imagen y el sonido tanto para analizar e investigar la realidad como para producir discursos sobre ella empleando las narraciones fotográficas y cinematográficas.
Llegados a este punto, mi aportación a la obra es el capitulo 14: Las culturas audiovisuales de niños y adolescentes, ajenas a la escuela; en la que cuestiono el hecho de que la institución escolar ignore la cultura audiovisual en la que los estudiantes se socializan, su relación con los medios audiovisuales en los intercambios cotidianos fuera de la escuela. Frente a ello, propongo que estas culturas sean consideradas parte sustantiva del currículo escolar; no sólo porque son un nexo con los intereses y conocimientos de los estudiantes, con el mundo de sus experiencias y afinidades; sino también, porque representan una magnífica oportunidad para capacitarles en el uso crítico de dichos soportes y sistemas de representación, así como para ayudarles a cuestionar y reelaborar su contenido.